domingo, 27 de julio de 2008

El extraño caso de los mensajes repetidos (Epílogo)


Los días que siguieron al incendio del edificio no los ocupé sino en irritantes e interminables jornadas de trámites burocráticos, y en quejas y solicitudes con las más insólitas entididades e instituciones. Una y otra vez tuve que diligenciar formatos para que se nos restituyera la propiedad de la pequeña oficina del 6to piso del ahora casi deshabitado edificio del occidente de la ciudad. Esos días ni siquiera supe qué fue de Marlowe. Desapareció en la noche y no pude volverlo a ver en semanas.
Algunos días después me encontré casualmente con Arévalo. Hablamos sobre los terribles eventos que había presenciado. Recordó que Bolde era un buen amigo, una persona inmejorable. Bolde ayudaba a Arévalo en sus películas, y en otros trabajos cinematográficos, era diligente y preciso, según contaba Arévalo todos los que trabajaban con él siempre se llevaban una muy buena impresión. En algún punto de su remembranza Arévalo afirmó que lo que cambió a Bolde fue el uso indiscriminado de unas sustancias. A la hora de la verdad nunca supe a cuál se refería, pero si no le malinterpreté el gran cambio de su personalidad se debía a una especie de anfetaminas que elevaba el nivel de concentración y de "claridad" mental (según lo que recuerdo dijo Arévalo). Pronto la conversación derivó en una serie de digresiones cada vez más desordenadas, anotaciones que parecían más acompasar los tragos que bebíamos, anotaciones que ciertamente no decían casi nada. Sin embargo entre tantas frases vanas Arévalo mentó a la pelirroja del entierro del profesor, y entonces creí entrever a Luisa Ortega, y aún más, creí ver que tras esta narración deshilvanada y caprichosa se hallaba un hilo que daba sentido a todo lo que había acontencido. Pero eso sólo fue un momento, que como muchos se han perdido y se seguirán perdiendo, un momento que no podrá restituir todas mis frases vanas. Luego, como todo, ya no estuve tan seguro de haber entrevisto algo de verdad en toda esta historia, me quedé sentado en la silla dejando el tiempo pasar, tratando de no volver a mirar atrás.
Al día siguiente traté de continuar con las pesquisas que habíamos dejado en suspenso (no había hecho nada porque Marlowe se negaba a aparecer). Tanto Cominges como Luisa habían viajado, estaban completamente fuera de mi alcance, a un nivel en que pese a todos sus crímenes estarían disfrutando de su buena posición. La ALMI al parecer pidió un traslado a una bodega (algo más lógico para tal "asociación"), al indagar en su correspondencia no pude ligar directamente a esta asociación con la editorial de Cominges. Fui perdiendo interés en el caso, preocupado entonces únivcamente por que se restableciese el lugar donde antes se levantó la oficina. De tal modo que quería dejar ese pasado atrás, aun cuando notara que esta historia no era sino una mediocre repetición del repetido relato de Stevenson. Harto de tantas palabras sólo me quedé esperando, y esperando la oficina volvió a existir, Marlowe volvió a venir, e incluso yo volví a escribir.

No hay comentarios: