sábado, 26 de abril de 2008

Feria del libro de Bogotá


Y como de tema inevitable, es inevitable escribir un poco sobre el mercado que cada tanto levantan algunos vendedores en esta ciudad. Obviamente hay que anotar que no es el único, y especialmente, que no suele ser significativamente más económico para los compradores (aunque valga precisar que muchas personas suelen ir y comprar libros en este evento anual, como quien asiste cada año a una celebración religiosa para cumplir con su "deber").
Desde el 23 de abril hasta el 5 de mayo las toldas de estos (a veces) bienaventurados mercaderes permiten que sus afortunados consumidores ahorren hasta un 5 o (en casos de efervescencia y calor) 10%.
Por lo demás se celebraran conferencias, coloquios, simposios y sus derivados. Asisten desde buenos escritores como Mario Bellatin, Alejandro Zambra, Hector Ábad, Juan Villoro, hasta otros de no demostrada calidad (pero al parecer inevitables) como Juan José Millás, Mario Mendoza o Roberto Ampuero; entre otros.
Esta oficina simplemente acota ya para finalizar (por el momento) que resulta curiosa esta "celebración" del día del idioma, pues celebra la muerte del más grande novelista que haya tenido la lengua española (y por qué no de cualquier lengua), como si en el fondo se tratara de una de esas fantasías psicópatas de algún psicoanalista (es decir de aquello que denominan como "asesinar al padre", los términos depende de la psicología del ya mentado analista). Lo más curioso de todo es que por las investigaciones parece que Cervantes ni siquiera mucho en esa fecha (no creemos necesario anotar que el famoso dramaturgo de Stratford-upon-Avon no murió en el día que señala nuestro calendario). De cualquier manera los "ingeniosos" organizadores de la feria han decidido comenzar (a la par con otros mercados como el que ahora se celebra en Argentina) su venta ese famoso 23, el 23 en que parece que nada de lo que celebra sucedió. En cualquier caso nos sumamos a ese "asesinato del padre", como huérfanos que somos los latinoamericanos, que cantamos en esta lengua extranjera, que sin embargo es nuestra.

P. D. Esta oficina se permite informar que seguramente visitará la feria, y que sin lugar a dudas dichas visitas serán material precioso para nuevas e inimaginables aventuras.

domingo, 20 de abril de 2008

El extraño caso de los mensajes repetidos (3)


Y me había detenido en la prometida declaración de Marlowe. Sin embargo, él se demoró en empezar, se levantó tarareando canciones para mí desconocidas, observó las calles y con suma tranquilidad se paseó por la oficina. Un tanto ofendido iba a irme cuando Marlowe por fin dio inicio a sus suposiciones, creía que Dr. Grudenas era el mismo del que hacía un tiempo había leído un folletín sobre unos chinos de un tiempo indeterminado, el folletín lo firmaba un tal Doc. Sedición. Marlowe ya en el bar había barruntado la idea, y si sumábamos a esta la muerte de Inze el caso empezaría a conducirnos claramente en un patrón. Luego bebió en silencio un par de vasos de whisky. Entretanto yo había quedado algo confudido porque si bien era perfectamente lógico lo que afirmaba Marlowe, en realidad no descubría nada distinto de lo que ya Inze nos había alertado. Cuando estaba a punto de retomar su discurso el telefóno sono. Ante el estupor dejó que respondiera (desde la muerte de Inze Marlowe me prohibía contestar); una llamada sumida en la interferencia dejaba entreoír la voz de Daisy, decía que andaba en el centro y que pronto pasaría a la oficina. Sin darme tiempo para responder, colgó. Obviamente la noticia hizo que Marlowe se estremeciera, se echara agua en la cara e incluso que se afeitara.

*

Veinte minutos después de la llamada alguien golpeaba la puerta: un hombre alto y delgado. Llevaba ropa que uno se vería tentado a decir que eran de un estudiante, aunque el hombre ya frisaba los cincuenta. Se presentó como Rick Mirin, ambientador de películas de horror y de cine independiente con no mucha frecuencia, director de arte de películas porno de cuando en cuando, decorador de interiores para las clases emergentes las más de las veces. Marlowe un tanto decepcionado buscó la botella en el escritorio y se encerró en el baño. Avergonzado, invité al nuevo cliente a sentarse. Rick luego de mirar con espanto la oficina deslizó un sobre debajo de mis manos. El sobre contenía cartas del mismo formato que recibieron el Dr e Inze, sin embargo estas se enmarcaban en margenes que parecían dibujadas por una niña. Leí algunas: "Su compañero había desaparecido y desde el bosque, como un gran coro fúnebre cantando en sordina, ascendía la balada que cantaba el leproso.", "También el mundo está naufragando, pero ellos no parecen darse cuenta.", "¿Estoy muerto?, preguntó a S... No, dijo S... , sólo estás durmiendo..."
Rick me observaba atento, metí las cartas en el sobre mientras decía: "Sí, son citas de Tabucchi. Susana es una fanática ferviente, pero ahora no me quiere dejar en paz..." Así me contó como desde su separación Susana se manifestaba de una u otra manera haciendo imposible olvidar el pasado, haciéndolo recordar de un modo aún más intenso que los bizcochos, claro que decía que los bizcochos que hacían antes eran mejores, ésos eran capaces de invocar recuerdos de un modo que parecieran interminables. Lo que quería era que hiciésemos algo para mantener a raya a Susana, de tal manera que podíamos violar algunas reglas sin hacerle daño por supuesto, afirmó. Le dije que nuestra oficina trabajamos de acuerdo a la ley. Me interrumpió levantándose de un salto, por un momento pensé que Rick se abalanzaría sobre mí, pero se detuvo como si se hubiese quedado dormido. Marlowe salió azorado por el ruido que Rick había producido, lo miró de reojo y tomó el sobre que aún descansaba bajo mis manos. Luego de una lectura detenida dijo: "Otro más...", asentí con la cabeza mientras Marlowe me explicaba que él pensaba que quienquiera que fuera el asesino, él no operaba solo, supuso que tal vez el asesino mataba por alguna enfermedad mental, pero me dijo que detrás de él había mucho más de lo que pudiésemos imaginar.

*

Tras un tiempo indeterminado Rick volvió en sí como si nada, empezó a hablar sin detenerse, a decir que desde hacía un tiempo él no sólo se dedicaba a la decoración sino que de vez en cuando escribía libros, largos o pequeños, libros que compartía en las distintas filmaciones en que participaba, textos que podían servir como bromas privadas o como artefactos que asombrara a cultos incautos; aunque él siempre escribía muy en serio, dijo. Todo este extenso monólogo lo dirigió al aire, hacía rato que yo estaba en la ventana del otro costado de la habitación, meditando junto a Marlowe sobre lo que debieramos hacer. Al no verme se asustó, inspeccionó el cuarto y finalmente se dirigió hacia nosotros. Tratando de volver a su cuento afirmó que desde hacía tiempo la literatura estaba completamente ligada al asesinato, por no decir que el crimen podía llegar a ser uno de sus derivados, como debíamos saber (ninguno de los siquiera lo intuía). Entonces Marlowe detuvo su alocado soliloquio y le dijo que estaba en verdadero peligro, trató de sacarle de la cabeza la idea de las amenazas de Susana. Tal vez fue en ese punto cuando Liliana entró a la oficina cargada de un cuaderno de dibujos en que nos ofrecía unos cambios de decoración para la oficina. Rick al verlos no pudo no entrometerse y empezó a hacer recomendaciones que Liliana y Marlowe se maravillaron de oír. Duraron tanto tiempo dedicando a sus estéticas discusiones que tuve que salir, en la escalera me crucé con Daisy que fingió no verme. Sin detenerme me dirigí a la tienda más cercana.

*

Mientras tomaba café y fumaba entró Arevalo acompañado con un amigo que no conocía: Carlos Bolde. Era un sujeto flaco, algo jibado, de pelo desordenado y mirada esquiva; sonreía de vez en cuando sin razón y cada tanto parpadeaba de forma exagerada para esconder un tic. Arevalo me lo presentó como el gran "planeador" (sus palabras) del nuevo cine, dijo que él sabía realmente de cine y de literatura, y me invitó a una tertulia que tendría la participación de la ya mentada pelirroja (y por tanto declaraba que de una manera u otra la tertulia iba tener claros atributos). Luego la conversación derivó en una confusa mezcla de temas entre los que desfilaron: los pagos que tenían que hacer los tenderos a mafiosos o a grupos armados (que están unidos con unos u otros mafiosos), sobre el sexo bajo la influencia de las drogas, sobre mujeres y sobre cine. A pesar de mis reticencias pude notar que Bolde sabía de literatura, y aunque teníamos criterios muy distintos, se podía conversar de una manera prolongada e, por qué no decirlo ahora, interesante. De repente salió a colación el nombre de Bilfa, comenté la cuestión de los asesinatos, Bolde me dijo que Bilfa estaba muy en contacto con la producción de películas porno. Ese dato fue toda una revelación. Me disculpé con Arevalo y le prometí que un día asistiría a sus tertulias, me despedí y me dirigí a la oficina.

*

Sobre el escritorio Liliana y Rick discutían diseños de vestidos para mujer. Cuando salí hubo un pequeño (e insignificante) pandemónium: Daisy al ver a Liliana creyó que Marlowe le engañaba. Abandanó la oficina al instante gritando improperios, agotando sus lágrimas, ahogándose en su rabia. Marlowe sin pensarlo dos veces salió tras ella, desde entonces no sabía nada de ese par. Nomás entrar y enterarme de ese pequeño burdo melodrama alguien llamó a Rick, éste se volvió y reconoció a su interlocutor, no alcancé a darme la espalda cuando Rick caía sobre el escritorio, una bala le había roto la garganta de la que colgaban sus venas y de la que salió un prologando y estridente sonido que era lo único que ya el moribundo cuerpo de Rick podía decir. Me volví y apenas pude entrever la chaqueta negra y la cabellera larga de un hombre alto. Lo seguí corriendo por toda la escalera pero resbalé al llegar a la entrada y caí de bruces sobre un atildado payaso que invitaba a comer un corriente almuerzo o una dudosa especialidad de "la casa".

*

Ya por la noche volvió Marlowe. Estábamos aturdidos, cansados. Liliana no se había podido recuperar y aún no podía articular palabra. A Marlowe le preocupaba que ahora la insidiosa (y poco eficiente) fuerza pública metería más sus narices en el caso. Ese día lo mejor que podíamos hacer era esperar a la noche, y ese fue el final de ese día, pero no de este caso que continuará de manera harto sorprendente.

sábado, 12 de abril de 2008

El extraño caso de los mensajes repetidos (2)


Resulta harto difícil contar una historia. Aún más cuando es una historia contada por alguien que ya lo escuchó de otro. Evidentemente este tipo de reflexiones no conducen a nada, más cuando a pesar de ellas tengamos que atenernos a contar lo que de oídas alguien más escuchó.
Marlowe se perdía mientras yo asistía al funeral del profesor de Arévalo. Realmente no tenía en mente ninguna averiguación o indicio, sólo el deseo tan habitual de engañar a su memoria con un poco de whisky barato. Y así fue de tumbo en tumbo, de un horrible antro a otro peor. En su pesadilla etílica atisbaba los tan repetidos estrupos y chantajes en los que se tan acostumbradamente estamos sumidos en estas tierras. Y fue en uno de ellos en que un hombre pequeño de mirada alucinada interrumpió su charla con sus fantasmas (aunque vale anotar que este pequeño bien podía ser otro de ellos). Su voz era suave y monótona, sus movimientos tensos e insistentes. Marlowe intentó abandonar el "establecimiento" (como dice la telegrafía periodistica), sin embargo algo le paralizaba, le recordaba que tal vez alguna vez en su pasado chandleriano alguna aventura le recordaba esta lóbrega noche. Quizá su imagen tenía que algun contacto traslaticio con Marlowe. Tal presagio casi se hizo cierto al oír a su silencioso contertulio susurrarle: "Sé a lo que se dedica... a espiar por cerraduras, husmear escándalos, cosas por el estilo." Se sonrió exageradamente y luego se presento como el Dr. Grudenas. Marlowe apenas alcanzaba a entender lo que pasaba mientras el mentado Dr. revolvía un viejo maletín repleta de figuras pequeñas, y aun cuando Marlowe sabía que Grudenas no hablaba, su mente de repente creía oír palabras que sólo cabían en ese extraño ser que el Dr. Grudenas parecía ser.
Entretanto el Dr. Grudenas había retirado el whisky de la mesa y con afán meticuloso ponía sus pequeñas obras en la mesa formando las más diversas figuras y señales. Cada imagen se asemejaba mucho a otras que Marlowe había visto hacía tiempo, en otros lugares y tiempos, figuras que ahora tenía partes de madera y de metal añadidas, como si fueran bromas referidas a aquellas figuras otrora famosas. Algunas llegaban al colmo de la gracia, otras sólo producían un tibio desencanto.
De repente el Dr. se detuvo, observó seriamente a Marlowe, miró a un lado y a otro, cuando consideró que era el momento del preciso comienzo habló: "Me llamó Paulo. El Dr. Paulo Grudenas. Algunos me llaman Doc, otros Paulo, en los días soleados hasta me digo a mi mismo que no estaría mal que me llamara Paula, y aun los días de profunda ira y dolor me llamaría Paulina. En ese punto no tengo problema. Mi verdadero problema es que desde hace días recibo unas cartas que me instan a que me llame Dr. Terror, o a que haga esculturas más grandes. No. No lo haría jamás. Sé que lo sabe, pero desde hace un tiempo creo que necesito alguien como usted, alguien que sea mi guardaespaldas. ¿Me entiende?". (Pedimos al lector misericordia, Marlowe dice que estas fueran sus palabras exactas, por otros informes que conozco sé que seguramente no lo son; no obstante necesitamos este esbozo, para que ustedes se hagan una aproximada idea de las aproximaciones que creemos nosotros).
Marlowe respiró por fin aliviado (según cuenta) y encendió un cigarrillo, porque dicho sea de paso dice que el tabaco que venden aquí en Colombia es asqueroso, jamás ensuciará su pipa con semejante porquería. El Dr. Grudenas le contó que también sabía de la muerte de Inze, que él sería el próximo y que necesitaba su ayuda. Marlowe sin una razón muy clara (por lo menos para mí) respondió: "No me pregunte cosas que no sé. No puedo responderle. Y no me pregunte cosas que sé, porque no le daré respuestas." Harto de esa extraña conversación dejó un billete que el Dr. rápidamente escondió, Marlowe salió del bar. En la esquina el Dr. aún lo alcanzó y le mostro unas cartas similares a las que recibió Inze pero que rezaban así:"Cuando uno tiene imaginación, la muerte es poca cosa; cuando uno la tiene, la muerte es demasiado." Marlowe no estaba de buenas pulgas, estaba ya cansado de este nuevo asesino que ahora le daba por mandar mensajes con frases de escritores como ahora Celine, más cuando precisamente al principio de la noche pensaba que siempre iba a parar a rincones como esos, tan estúpidamente horribles que siempre se sentía solo (eso es lo que dice Marlowe, y yo no secundo tales aseveraciones mediante las que sólo quiere parecer una víctima). Marlowe entró en un burdel cercano, deseaba que tanto el Dr. Grudenas como una decena de travestis lo dejarán en paz.
Apenas entró ocurrieron los disparos, Marlowe corrió pero el asesino ya escapaba en una camioneta que tenía el sello empresarial de un emporio con relación con los astros. Siempre demasiado tarde, siempre harto de tantos crímenes, siempre sólo recibiendo cadáveres.
En la mañana Marlowe llegó y al no encontrar a nadie se embriagó por fin sin interrupciones. En la tarde despertó ya con una severa sospecha. Mientras yo trataba de organizar el desorden que había ocasionado, Marlowe me contó su historia. Le reproché que no hubiese ayudado al Dr., a lo que Marlowe simplemente respondió que no le gustaba salvar a escritores que creían que cada una de sus palabras era una revelación. En este punto quise aclarar porque en ese momento que el Dr. Grudenas era efectivamente un médico. Entonces Marlowe me expuso sus razonamientos y ocurrió aquello que será la materia de la siguiente entrada de este confuso caso (y texto también, valga el espacio para reconocerlo).

domingo, 6 de abril de 2008

El extraño caso de los mensajes repetidos (1 1/2)


A los frecuentes inconvenientes que tenemos para mantener esta oficina, se ha sumado una serie de infortunados sucesos que han impedido que podamos continuar con la narración del extraño caso que tuvimos a nuestra pesar resolver.
Y es que mientras más pasa el tiempo más parece perderse aquellos oscuros eventos en el que nos vimos envueltos, y no sólo las circunstancias y los días, sino las mismas palabras nos alejan y mientras más las repitamos más lejos estaremos de aquello que alguna vez ocurrió.
Pero dejando mis vacuos discursos es mejor volver a los hechos, luego de publicar la última entrada el computador colapsó: un larga serie de preguntas a la manera de un crucigrama impedían el acceso a cualquier programa o página de la red. Tras algunas dilaciones el hermano de Liliana arregló el sistema.
De hecho estuvo tomando un ceviche con Marlowe y al parecer tuvo algún conocimiento de Inze. Incluso afirma haberlo visto apenas tres días antes, tomando notas sobre un robo que ocurrió hace ya casi más de medio siglo. Marlowe siguió indagando sin sacar mucho en claro. Mientras tratamos de rehacer nuestra historia, y vemos como cada vez se transforma hasta convertirse en una suma de partes que poco dice sobre lo qué sucedio, fumamos sin ver que en la penumbra aún relumbran algunas señales (casi como vestigios) que tal vez quizá pudiesen iluminar lo sucedido. O tal vez demostrar que no estamos ante un suceso grave y funesto, sino el simple simulacro que nuestros torpes sentidos no han conseguido distinguir.


Primera Enciclopedia de Lectores (7)

(Elevado al cuadrado, y aun al cubo)

Mamá se sentó junto a mi cama; había cogido Francois le Champi, libro que, por el color rojizo de su cubierta y su título incomprensible, tomaba a mis jos una personalidad definida y un misterioso atractivo. Yo nunca había leído novelas de verdad. Oí decir que Jorge Sand era el prototipo del novelista. Y ya esa me predisponía a imaginar en Francois le Champi algo indefinible y delicioso.Los procedimientos narrativos destinados a excitar la curiosidad o la emoción, y algunas expresiones que despiertan sentimientos de inquietud o melancolía, y que un lector un poco culto reconoce como comunes a muchas novelas , me parecían a mí únicos -porque yo consideraba un libro nuevo, no como una cosa de la que hay otras muchas semejantes, sino como una persona única sin razón de existir más que en sí misma- y se me representaba como una emanación inquietante de la esencia particular a Francois le Champi. Percibía yo por debajo de aquellos acontecimientos tan corrientes, de aquellos cosas tan ordinarias y de aquellas palabras tan usuales algo como una extraña entonación, como una acentuación rara. La acción comenzaba a enredarse; y la encontraba oscura con tanto más motivo que, por aquel tiempo, muchas veces, al estar leyendo, me ponía a pensar en otra cosa por espacio de páginas enteras. Y las lagunas que esta distracción abría en el relato, se añadía, cuando era mamá la que me leía alto, el que se saltaba todas las escenas de amor. Y todos los raros cambios que suceden en la actitud respectiva de la molinera y del muchacho, y que sólo se explican por el avance de un amor que nace, se me aparecían teñidos de un profundo misterio, que yo creía que tenía su origen en ese nombre desconocido y suave de "Champi", nombre que vertía, sin que yo supiera por qué, sobre el niño que le llevaba, su color vivo, purpúreo y encantador. Si mi madre no era una lectora fiel, lo era en cambio admirable para aquellas obras en que veía el acento de un sentimiento sincero, por el respeto y la sencillez de la interpretación y por la hermosura y suavidad de su tono.En la misma vida, cuando era personas vivas y no obras de arte las que excitaban su ternura o su admiración, conmovía el ver con qué deferencias apartaba de su voz, de sus ademanes o de sus palabras el relámpago de alegría que hubiera podido hacer daño a esa madre que perdió un hijo hacía tiempo; el recuerdo de un día de cumpleaños o de santo que trajera a la mente de un viejo sus muchos años, o la frase de asuntos domésticos acaso desagradable para este joven sabio. Asimismo, cuando leía la prosa de Jorge Sand, que respira siempre esa bondad y esa distinción moral que mi abuela enseñara a mi madre a considerar como superiores a todo en la vida, y que mucho más tarde la enseñé yo a no considerar como superiores a todo en los libros, atenta a desterrar de su voz toda pequeñez y afectación que pudieranponer obstáculo a la ola potente del sentimiento, revestía de toda la natural ternura y de toda la amplia suavidad que exigían a estas frases que parecían ecritas para su voz y que, por decirlo así, entraban cabalmente en el registro de su senbilidad. Para iniciarlas en el tono que es menester encontraba ese acento cordial que existió antes que ellas y que las dictó, pero que las palabras no indican: y gracias a ese acento amortiguaba al pasar toda crudeza en los tiempos de los verbos, daba al imperfecto y al perfecto la dulzura que hay en lo bondadoso y la melancolía que hay en la ternura, encaminaba la frase que se estaba acabando hacia la que iba a empezar, acelerando o conteniendo la marcha de las sílabas para que entraran todas, aunque fueran de diferente cantidad, en un ritmo uniforme, e infundía a esa prosa tan corriente una especie de vida sentimental e incesante.
-Por el camino de Swann
(En busca del tiempo perdido)
Marcel Proust

Sabiduría Presidencial # 3

Después de un largo periodo de receso, el Sr. Uribe nos ha obsequiado, una vez más, un pequeño aserto lleno de hondura y sapiencia. Si alguna persona duda de nuestra improbable veracidad mejor remítase al video que contenga la grabación del Consejo Comunal celebrado el día de ayer, 5 de abril de 2008. Para aquellos que no estén acostumbrados con semejante terminología mejor será aclarar que en Colombia abundan las religiones políticas, y que está congregación (hoy en su clímax) se reúne todos los sábados y domingos (usualmente) a lo largo y ancho de todo el país. Como cualquier creencia hacen votos de fe, y repiten una y otra vez los sonsonetes a los que se aferran los ingenuos y los farsantes.
Pero dejándonos de innecesarios preámbulos acotamos que la declaración se hizo después de que el mismo Sr. Uribe despidiera a una funcionaria por una de las muchas corruptelas que practica esta administración. Lógicamente el espéctaculo estaba a la orden del día, y cuando Sr. Uribe trataba de dar a entender que a este gobierno no le tiembla el pulso para combatir la corrupción, soltó esta perla que aún hoy no tiene pensando:

..., porque en este gobierno no hay tiempo para pensar.

No hay necesidad de preguntar si Sr. Uribe dijo algo de más.