sábado, 27 de septiembre de 2008

De la inutilidad de los blogs

Hace tiempo dejaron de interesarme los blogs, leía ya sin interés, y observaba como otra tarde se desvanecía. Y a la sensación de hastío se sumaba el estar sujeto a releer en las opiniones de otros, la ridiculez de las propias. Hacía noches, cuando trataba de conciliar el sueño, pensaba en la inutilidad de escribir y publicar papeles, en la inutilidad de mi trabajo oficinesco que se parece a tantos otros; más temprano que tarde vería (o mejor me toparía) con las recalcitrantes opiniones (o barruntos de opiniones mejor) que semejaban a la perfección esa estupidez que hoy en día algunos han dado en llamar gusto. Mientras me revolvía entre las sábanas volvía a episodios quizá más triviales, quizá menos significativos, y con ellos el insomnio se alargaba como se extienden las películas innecesariamente largas. Entonces apareció Marlowe y me mostró una serie de cartas en que se dedicaban a insultarnos a la manera de cualquier adolescente, la carta no tenía remitente, y entonces, sin saberlo, daba razón al enfadado articulista que denostaba de los blogs, espacios para que personajes anónimos escupan sus babosas opiniones. Se lo dije en estos términos a Marlowe que sonriendo divertido dijo que yo no era él más indicado para hacer tal tipo de señalamientos (ésa fue la palabra que usó, no sé por qué en estos días le ha dado por imitar el detestable estilo periodístico). Un tanto contrariado me explayé de la manera más vergonzosa: afirmé que no tenía sentido que se abriera un espacio que únicamente daba lugar a las más bajas prácticas, y que además permitía la impunidad; le dije que estaba harto de leer a todos esos personajes que consideran sus barruntos la verdad revelada, que consideran que enhebrar un par de pensamientos es sinónimo de inteligencia. Marlowe me escuchó, callado, en alguna ocasión me pareció que asentía (aunque tal vez sólo lo hacía por demostrar una involuntaria cortesía), me recordó al detective de los primeros días, atento a mis sosas palabras, presto a oír mis más desacertadas afirmaciones, dispuesto, en definitiva, a dialogar sin darle importancia a los acostumbrados prejuicios (ya sean para considerar al interlocutor lúcido o estúpido) que le damos a quienes intervienen en las conversaciones.
Después de saciar mis ansias de innecesaria venganza, él me recordó que las generalizaciones no siempre conducían a resultados afortunados, por no decir que llevaban al error (y sin embargo esto no es más que una generalización). Asimismo me dijo que no todos los blogs se reducían a que una persona demostrara la ceguera y la corteza de miras que la caracterizaba, que no sólo eran espacio para que un personaje exhibiera su conocimiento en temas a lo sumo irrelevantes, que no eran únicamente un modo de dar espacio a un griterío ensordecedor, caótico , sin sentido. Que también daban espacio al diálogo, a intervenciones sensatas y justas, a intercambios que daban frutos más productivos que los de algunos cenáculos. Y por último me dijo que por lo menos nos daba la fachada de un aparente oficio, de estar desenradando algo aparantemente útil en un mundo que se nos presentaba indescifrable.
Al principio me mofé de estas desafortunadas metáforas, de su ingenuidad. La inutilidad de los blogs residía en que cualquier opinión, cualquier texto o posición pasaba a ser una entre millones, pasaba a sumar a ese caudal de información que casi nadie leía, y que fluía al vacío cibernético a donde irán a dar alguno de estos días (a quien le da vergüenzas las metáforas debería ser a mí). Salí y vagé por horas como Marlowe solía hacer. Y revolví una vez la madeja de mis pensamientos tratando de encajarlos para que ellos justificarán mi furia, mi angustia, mi desesperación. Ingenuamente pensaba yo aún en elevar consignas releveladoras y significativas, demostrar a esos millardos de ciegos las verdades que tanto se resistían a ver. Sentía desprecio por todos los que escribían en la red sin ser conscientes de la inutilidad inherente de sus actos. Y así pasó una tarde y varias noches.
Hasta hoy al leer esas opiniones que tanto se parecían a las mías, sentí al principio alivio, y luego me di cuenta de que aferrarse a ese punto de vista era sumamente equivocado. Y le di más razón a Marlowe de lo que hubiese deseado. Y supe que esos aparentes argumentos no eran sino otra forma en que se hacía presente mi impotencia y mi angustia. Y me harté de mis palabras y me hundí con ellas.
Luego me puse a revisar algunas de las opiniones que me había dado el lujo de descalificar tan ligeramente, me di cuenta que eran mucha más sensatas que ese pasajero hastío que me había embargado.
Por supuesto, no quiero presentar este texto como un auto de fe, no quiero decir que todas mis dudas hayan sido resueltas. Aún creo que lo que se escribe en los blogs es esencialmente inútil. No obstante lo hago como una manera de poner en duda mis endebles creencias, para darle campo a una conversación similar a la conversación constante que la literatura (de verdad) es, o eso me parece a mí la literatura.
En medio de la noche me siento cansado de tanta grandilocuencia, de tantas palabras. Será mejor darle cabida a esos otros que son de verdad sensatos y lúcidos, y darle más tiempo a este trabajo que como escribiente poco me ha dejado, pero que quizá sea la imagen más perfecta de algo que hubiese querido expresar, algo que reside en esos devaneos interminables que son mis noches de insomnio.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Notas sobre "Las 5 Obstrucciones"



Días después de mirar esta película me propusé escribir algo sobre ella. Le estuve comentando algo tímidamente la cuestión a Marlowe. Con un bufido él pareció dar por zanjada la discusión, sin embargo, días después me propuso que intentara hacer una reseña a la manera en que aparentemente Von Trier le exige a Leth (re)haga su película. Lógicamente de aquello no salió nada (nada más tenía ver que yo no re-haría mis reseñas). Los días se sucedieron hasta que he vuelto a tratar de escribir sobre el asunto, si no para aclarar mi posición sobre la película, sí para "romper" el silencio del blog.

A

Uno de los puntos que tal vez más se habría de notar en la película es su pretendida semejanza con esos extraños subproductos de nuestra época llamado realities. En Las 5 obstrucciones no hay premios, no hay precisamente ganadores. Pero hay una "competencia" que pretende captar una realización cinematográfica. Evidentemente lo que vemos ha sido cuidadosamente planeado (como los realities, dice Marlowe), lo que nos presentan Von Trier y Leth es quizás entonces una parodia de esos subproductos, pero no sólo de eso, de esa insensata pretensión de captar la "verdadera" realidad. Cómo si existieran realidades "falsas". Cómo si hubiesen ficciones absolutamente ciertas.

B

Otro de los motivos de la cinta es esa cuestión de re-hacer. De volver a lo que ya fue una obra "completa" y darle una nueva perspectiva. El acceso a todo tipo de obras de nuestra época es harto superior al de cualquier otra época (Marlowe se sonríe socarrón mientras se levanta y se va al leer esto). También hoy se retoman lo motivos del pasado (como en tantos tiempos pasados), pero tal vez con algunas sutilezas más o menos evidentes para defender un criterio un tanto dudoso de originalidad. Y no porque la originalidad no exista, sino porque algunos de esos que tantos profieren a gritos su originalidad no lo son en ningún sentido.
Las 5 obstrucciones supone re-hacer una película siguiendo unas limitaciones específicas. Este puede ser el primer motivo para una creación, y lo ha sido: hacer una novela sin utilizar una vocal por ejemplo.
¿Y qué puede significar entonces que la creatividad y la libertad de un artista dependa de una restricción? ¿Qué implicaciones tiene esto para lo que un poco irresponsablemente llamamos arte?
Tal vez al aclarar ese interrogante se tenga mucho más claro la "cuestión" estética de nuestra época. Pero sólo tal vez.

C


Pero no hay que dramatizar. Sólo se trata de una película. De una forma de pasar el tiempo. En últimas se trata sólo de arte. (O mejor, los únicos irresponsables somos Marlowe y, sobre todo yo, pero tal vez eso carezca de importancia)

D

Puede que Von Trier sea uno de los más grandes bromistas que haya dado el cine en su historia. No obstante, la solemnidad con que sus planteamientos son seguidos por algunos puede ser otra señal de los tiempos que estamos viviendo (si no más bien de algunos "mundos" que hoy tanto abundan). Ciertamente si la película fuese un experimento absolutamente veraz nos encontraríamos con alguien que pretende obligar a otro a negar sus convicciones, a actuar en contra de sus principios, a hacer lo que tanto detesta. Pero, y esto cabe subrayarlo, todo esto sólo tiene sentido si fuera absolutamente veraz.
Y no lo es.
Obviamente esto no significa que los "polémicos" postulados no le interesen a Von Trier (y a Leth), sino que quizá ellos están bien enterados de no tener la última respuesta sobre tales asuntos.
Eso me permite (lo que es una temeridad, escrita cuando Marlowe no está evidentemente) aseverar que a lo que aspira Von Trier es a un diálogo abierto, desligado de morales y de estéticas. De un diálogo perpetuo que permita reflexiones turbías y sombrías (y ajadas), pero también bromas de las que en determinado punto sea difícil reír.

CINCO OBSTRUCCIONES PARA EL PRÓXIMO MILENIO

Al comenzar de escribir esta reseña se me ocurrió que más imperiosas que las lúcidas propuestas de Calvino, era dar un número de restricciones (que dado el caso se tendrán que romper, como sucede con toda restricción o toda regla) a quienes quisieran tomarlas para que hiciesen sus trabajos. Ahí me parece que reside lo más relevante de la cinematografía de Von Trier, el hacer notar que tanto las distintas estéticas como las distintas morales se basan en principios con un marcado deje arbitrario. Y también el hecho que hoy se puede abrazar casi cualquiera porque todas son respetables como, dado el caso, equivocadas.
Pero dejándome de digresiones me puse a la tarea de hacer una lista con Marlowe al día siguiente (Liliana entretanto nos servía bebidas y canturreaba pegada a una pequeña radio). Hubo varias que pronto desechamos. Al tener una entrevimos que esta cuestión de obstruir es un paso anterior a la censura y por eso abandonamos el proyecto. Luego seguimos charlando, abismándonos por la pretensión de tan desmesurado proyecto: no éramos sino un par de oficinistas que resolvíamos parte de la escoria que otros dejaban al margen. Aunque tal vez pronto nos atrevamos a publicar una nueva lista, el tiempo dirá.
Por la tarde salimos, Marlowe encontró una rubia alta de pequeñas manos con la que seguramente pasó la noche. Liliana y yo vimos El año pasado en Marienbad. No sobra anotar que más de una cosa no la entendimos, esperamos entenderlas pronto. Esperamos seguir hablando de estas dudas, a riesgo de que un día, sin saber bien cómo, las olvidemos.


martes, 9 de septiembre de 2008

Una vez más se acaba el mundo...


http://www.diariometro.es/x/metro/2008/09/08/pFpoBnp4asjw/index.xml

De manera recurrente por la red más de uno ha estado comentando, anotando, reseñando, o simplemente como nosotros referenciando algo cansinamente, una nueva llamada al pánico (esta vez ya no por los ángeles del cielo, sino por los de la ciencia).
Y cuando yo creía acercarme al punto de perfecto estatismo me doy cuenta de que no eran sino vanas ilusiones. Pero eso no se lo comento a Marlowe que apenas le mostré la noticia dijo: Ya era hora de que cumplieran lo que tanto prometían.
No comparto su punto de vista, sin embargo estoy consciente de que más de una cosa merece ser acabada. Lo único que se me ocurrió, entretanto, fue publicar este par de frases, y esperar que tal vez haya una segunda oportunidad, aunque no sé muy bien de qué.
En todo caso no debía sorprenderme, hoy descubrí que de acabarse el mundo yo no tendría nada interesante qué decir.
(Sinceramente no era para tanto: http://ellamentodeportnoy.blogspot.com/ : ¡Vamos a morir todos! Sólo es el hábito de repetir lo que otros ha dicho mejor)

domingo, 7 de septiembre de 2008

Del típico aburrimiento oficinesco (Crónica resumida de las últimas 3 semanas)


Y estas abominables tres semanas han estado ocupadas por interminables silencios. Después de contar con tremenda infidelidad unos falsos insucesos nos hemos quedado sin más que hacer sino mirarnos las caras, repetir de vez en cuando lo que alguna vez nos pareció ocurrente, desdecirnos de algunas afirmaciones que hoy nos parecen desproporcionadas, y sobre todo, callar, callar y callar.

No creo que haga falta ser sincero. Y creo también que a Marlowe tampoco le hace falta, aunque cuando se lo digo él fuma en silencio mientras mira la ventana. Interpreto su silencio como suelo haberlo interpretado durante el último año (más o menos un año), y a veces me parece elocuente, a veces impenetrable.

Por las mañanas, apenas arribo a la oficina, suelo encontrarlo con un libro entre las manos. Alza la mirada, y entonces hace una especie de gesto de reprobación, aunque tal vez sea simplemente un saludo, o tal vez sea simplemente el modo en que Marlowe expresa su gratitud. Me siento en mi acostumbrado escritorio y copió y copió y copió. Suelo tratar de ser lo más riguroso, lo más fiel a aquellos interminables cuadernos, a su casi inintelegible letra. Aunque a veces al no poder comprender lo que dictan los cuadernos escribo lo que imagino dicen, o lo que deberían decir, a mi modo de ver.

Sin embargo, durante las últimas tres semanas no hay cuadernos sobre mi mesa. Estamos casi todo el día sentados en silencio, fumando de vez en cuando, Marlowe bebiendo whisky las más de las veces. Como soy poco imaginativo suelo repetir las bromas del primer día, o alguna de las sentencias que yo he dado en llamar "agudezas". Y él me mira hiératico, y yo siento que esto se debe parecer a la eternidad de alguna manera (aunque para ser sincero no sé muy bien por qué).

He pasado leyendo y releyendo el principio de una misma novela estas tres semanas. El intocable de John Banville. Y no es porque no me guste Banville, que me parece uno de los autores que hoy mejor escriben, sino porque en estos días tengo la impresión de olvidarlo todo, de encontrarme en un mundo cada vez más extraño. Es como si cada día fuera a crearse una vez más el mundo y con ello un mundo de personajes que se parecen a unos que vagamente me parecen conocidos, y que sin embargo no encajan con los que recuerda mi escasa memoria. Y por eso trato de agarrar esa páginas y hacerlas mías, y por eso trato de recordar cada vez mejor mi jornada, la anoto lo mejor que puedo, la guaroó y cuando encuentro de nuevo estos papeles me parecen que cifran vidas para mí indescifrables (o tal vez no sea tan así, tal vez yo sea un experto "exagerador").

Al final del día me voy. Siempre cuando salgo, al empezar la noche, Marlowe ya se ha ido. A veces lo buscó en los bares sin encontrarlo, a veces vuelvo a casa para salir con Liliana y dar de vez en cuando una vuelta por las vacías y repetidas calles de nuestras primeras citas. Y así se han ido pasando estas tres semanas que se parecen a otro tiempo del que no consigo extraer casi nunca ningún recuerdo.