viernes, 8 de febrero de 2008

Bartleby según Perec

Hace mucho tiempo en Nueva York, a unos cientos de metros de los arrecifes adonde viene a romper las últimas olas del Atlántico, un hombre se dejó morir. Trabajaba de escribiente para un abogado. Escondido detrás de un biombo, se pasaba el tiempo sentado frente a un pupitre y no se movía de allí nunca. Se alimentaba de galletas y de jengibre. Miraba por la ventana un muro de ladrillos ennegrecidos que casi hubiera podido tocar con la mano. Era inútil pedirle algo, que releyera un texto o que fuera al correo. Ni las amenazas ni los ruegos tenían poder sobre él. Al final, se volvió casi ciego. Hubo que echarlo. Se instaló en las escaleras del edificio. Entonces lo encerraron, pero se sentó en el patio de la cárcel y se negó a comer.
-Un hombre que duerme
Georges Perec

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