domingo, 14 de diciembre de 2008

Las trampas de la diversión

1
Quizás sea equivocado ese terrible forma de categorizar la "Historia" por eras, épocas, periodos. Supongo que a menudo todos hemos tenido la posibilidad de experimentar que el tiempo no sucede así, que no es posible darle esas segmentaciones, sino otras más profundas (o superficiales), segmentaciones que lo afectan más a uno que al mundo. Por ello más significativo que esa costumbre de establecer cuadros y líneas, es ver como las cosas pasan en ese lugar donde sólo está el mundo. Sin embargo si a mi me preguntasen que rasgo identifica este preciso momento histórico, diría que es un ansia de diversión, casi febril, un ansia por lo demás inabarcable, o mejor redundado, insaciable (entiéndaseme, no veo mal en ella, más cuando yo mismo la sufro). Pero más allá de esto se encuentran los comentarios que creen encapsular algo cierto, cuando no son sino meras formas de remediar el aburrimiento. Por lo que a mí respecta este comentario es uno de ellos.

2
Al principio debió estar Burton, Robert Burton. Luego fue Montano. Luego Vila-Matas. Cronológicamente este orden es incorrecto, pero para nuestros fines es suficiente. Burton escribió y rescribió su Anatomía de la melancolía. Lo que dicen diversos resúmenes y otras fuentes es que Burton escribía para aliviarse de su mal, para curarse de la melancolía. Entre las muchas fuentes que cita Burton para su tratado se encuentra Montano. Uno se siente tentado a imaginar que Vila-Matas sacó a Montano de Burton. Más cuando sus muchos narradores parecen querer narrar como método terapeútico. Imagino que si pudiera hacerse un mapa se encontrarían muchas más relaciones que las endebles menciones y suposiciones que anoto. Una dudosa fuente de diversión se encuentra en trazar mapas, si uno antes no ha tenido el valor (y quizá la imprudencia) de realizar por su cuenta esas travesías que en los relatos se cuentan.

3
Hace unas semanas tuve una idea curiosa. Creí que la filmografía de David Lynch y las novelas de Witold Gombrowicz eran primas hermanas. O de hecho hermanas no reconocidas. Simplemente se me ocurre que escenas como aquella en que un (posible) mafioso pide un espresso para luego escupirlo y derramarlo apenas tomarlo son muy "gombriwicizianas". Si nos atenemos a las declaraciones de Lynch, el director norteamericano no conoce la obra del polaco (de hecho en alguna parte dijo que lo único que gustaba leer era Kafka). Entonces, de ser cierto (y no hay razones para dudarlo), uno empieza a suponer qué tanto pueden tener en común un norteamericano de Montana que ha pasado su vida en California porque dice que ama la textura de los colores de aquel lugar, qué tanto puede parecerse a la vida de un noble polaco que vivió durante más de dos décadas en una relativo marginalidad en Argentina. Y aún esto puede decirse de Lynch, que viviendo tan cerca de Hollywood tiene ese cierto aire de marginalidad. Uno puede tratar de buscar influencias comunes, pero tal vez resulte más interesante conjeturar sobre una evolución similar, en consonancia, una evolución que le da al mundo otra suerte de unidad. Evidentemente este paralelo lo he manipulado para que exista una relación que usualmente nadie haría. En todo caso es reconfortante imaginar un mundo consonante.

4
En nuestros días, cada vez más regularmente, se lee por diversión. Algo encomiable. Lo preocupante es que los límites de la palabra son particularmente vagos: divertido puede ser leer a Shakespeare, divertido puede ser ver a alguien que cae por las escaleras, divertido puede ser salir a bailar, divertido puede ser, incluso, torturar a alguien hasta la muerte, pero ya en este último caso se dice que quien se divierte es un enfermo. Lo cierto es que tal adjetivo tiene resonancias que son mejor evitar, resonancias desagradables como menos. Lo extraño, después de todo, es que en esta época le demos tanta importancia a lo que se considera (y los parámetros varían como las personas) divertido.

5
La novela que escribía Armando Mariño se titulaba Las trampas de la diversión. Una novela que intentaba conjeturar sobre el mundo, buscaba enlazar uno y otro tópico mediante una historia sencilla, tópica, una historia que fuera como una fachada que permitiera ir introduciendo mil y una tramas distintas. Lo importante, lo que nunca Mariño pudo llevar a cabo, consistía en lo siguiente: paulatinamente esa historia iba a empezar a tragarse todo lo demás. y así dejaría de ser un tópico para tornarse en lo único verdaderamente significativo. Quedaría sólo un lugar común que habría absorbido todo lo que una vez pudo encontrarse como escape. En eso consistía, según Mariño, la trampa de la diversión.

6
Si hoy escribiera una queja sobre el estado general de la cultura, no haría sino repetir lo que tanto otros (mejor que yo) han escrito. Es cierto, es preocupante que más regularmente se recomiende un libro porque se lee fácil. Pero es inevitable que eso suceda si se entrena a una serie de espectadores, de lectores, de personas que lo que esperan es sorpresa y artilugio. Que lo que esperan son máximas rimbombantes y fáciles. Es casi como esta cuestión de los zombies, lo único que finalmente terminarán deseando es carne fresca, porque es natural, está en su naturaleza. Evidentemente también la cultura difícil hace parte de otra naturaleza. Pero nuestra sociedad se ha acostumbrado a estimular algunos deseos. Y estos deseosos ciudadanos sólo quieren calmar esos deseos en particular, así sea devorando, contaminando el resto hasta que quede un planeta vacío y hostil, un vacío planeta en que los zombies vagan porque ya no tienen sino su vieja carne putrefacta.

7
Uno de los momentos más importantes de La historia trágica del Doctor Fausto de Marlowe se encuentra al principio. Cuando Mefistófeles le aclara a Fausto que infierno no es sólo un lugar bajo la tierra, sino que infierno es todo. Es el acercamiento a un mundo que se expande sin control, en el que ya el poeta no puede descender a los infiernos para ir remontando el curso (y el sentido) del mundo (tanto el terrenal como el del llamado más allá). En este mundo los hombres están perdidos y el laberinto de símbolos que antes pudo ser ordernado por una voluntad superior, es ahora indescifrable, y el modo de relacionarse hace parte de la conjetura. Aunque parezca extraño ese ejercicio de conjeturar puede ser divertido, pero no hay que olvidar que no es más que un ejercicio.

8
La escritura antes era un modo de encerrar la realidad. Ahora los escritores (o los que podemos llamar como tales) son conscientes que el mundo es inabarcable. Sin embargo existe una especie de deseo por abarcarlo, esa es tal vez nuestra aventura. Puede ser en un día de comienzos de siglo XX en Dublín, o puede ser las distintas vidas que conviven en el número 11 de la calle Simon-Crubellier, o puede ser todo un mundo que se precipita en un violento pueblo de la frontera de México y E.E.U.U. Todos los que ahora se embarcan saben que el viaje tiene al fracaso como sino. Ahora bien, la verdadera razón para ello es la experiencia, lo que algunos llaman conocimiento. Todos estos aventureros, imitadores ya no de Odiseo sino de Achab, (léase a Blanchot) deseosos por caer en lo más hondo del océano, porque, institivamente, han aprendido a creer que el conocimiento de ese abismo es lo único que hay.

9
Recuerdo que cuando era niño un hombre viejo me contaba una historia. Siempre era la misma, sin embargo me fascinaba. Ya no recuerdo muy bien lo que decía, pero era un cuento que hablaba de antiguas dispustas, de venganzas que duraban toda una vida, de mujeres y de muerte. En ese entonces mi única diversión era oírlo, y de alguna manera creía en lo que oía. A veces me daba cuenta de que los personajes cambiaban, que los nombres variaban, que también sus carácteres se transformaban. Me repetía esas variaciones, incluso intentaba recapiturlas a mis amigos, o anotarlas en un cuaderno que nunca leía. Una tarde no lo volví a ver. Pasados los años supe que era algo que en Bogotá llaman desechable, un mendigo, alguien que vive en la calle. Sus historias eran parte de su delirio. Me sentí decepcionado. Mi vida, de algún modo, perdió un rumbo que una vez había tenido. Tanto me había contentado con creer que realmente esos cuentos (de hadas) tenían algo de verdad. Ahora, un poco más viejo, creo una vez más estar equivocado, mientras las creí ciertamente había algo de verdad en lo que ese viejo me contaba. Con el tiempo sé que me retractaré una vez más de todo esto. Lo sé. No es más que una cuestión de tiempo.

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