lunes, 24 de diciembre de 2007

Dos semanas enfermo....


Después de soportar una terrible fiebre durante dos semanas he vuelto a salir de mi habitación. Temía que Marlowe estuviese en problemas o que tal vez hubiese dejado la ciudad. Sin embargo, para mi sorpresa, Marlowe se encontraba sobrio en la oficina. Tenía a mano unos pequeños cuadernos en los que hacía anotaciones; sobre la mesa una pila se amontonaba a punto de caer. Intenté salir sin cortar su concentración pero me reprendió por mi debilidad. Barrunté una tonta explicación que Marlowe se negó a escuchar; enseguida tomó sus cuadernos y con alguna dificultad dejó la oficina. Toda la mañana estuve debatiéndome por tratar de entender lo que ocurría, por tener un pequeño atisbo sobre lo que debía hacer. Estaba en medio de aquel dilema cuando sonó el teléfono, tras unos segundos de silencio una voz distorsionada afirmaba que tenía información privilegiada sobre Daisy, afirmaba que de no actuar las consecuencias serían lamentables. Antes de que pudiera responder el extraño ya había colgado.

Cuando me disponía a cerrar la oficina volvió Marlowe. No se tenía en pie. Apenas se reía y murmuraba frases ininteligibles. Enfurecido enfile mis pasos a mi casa. No me detuve a escuchar las palabras de Marlowe, ahora me parece que ni siquiera escuché la historia que me contó el taxista. En mi casa Marlowe llamó, después de soportar 10 minutos de sus insultos me dijo que compartiría medio centenar de historias, el máximo de historias que podía soportar su memoria. Aún despechado le hablé de la llamada. Marlowe montó en cólera. Me dijo que vendría aquí. Mientras espero he escrito este par de párrafos. Mientras aguardo empieza a amanecer.

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