domingo, 6 de abril de 2008

El extraño caso de los mensajes repetidos (1 1/2)


A los frecuentes inconvenientes que tenemos para mantener esta oficina, se ha sumado una serie de infortunados sucesos que han impedido que podamos continuar con la narración del extraño caso que tuvimos a nuestra pesar resolver.
Y es que mientras más pasa el tiempo más parece perderse aquellos oscuros eventos en el que nos vimos envueltos, y no sólo las circunstancias y los días, sino las mismas palabras nos alejan y mientras más las repitamos más lejos estaremos de aquello que alguna vez ocurrió.
Pero dejando mis vacuos discursos es mejor volver a los hechos, luego de publicar la última entrada el computador colapsó: un larga serie de preguntas a la manera de un crucigrama impedían el acceso a cualquier programa o página de la red. Tras algunas dilaciones el hermano de Liliana arregló el sistema.
De hecho estuvo tomando un ceviche con Marlowe y al parecer tuvo algún conocimiento de Inze. Incluso afirma haberlo visto apenas tres días antes, tomando notas sobre un robo que ocurrió hace ya casi más de medio siglo. Marlowe siguió indagando sin sacar mucho en claro. Mientras tratamos de rehacer nuestra historia, y vemos como cada vez se transforma hasta convertirse en una suma de partes que poco dice sobre lo qué sucedio, fumamos sin ver que en la penumbra aún relumbran algunas señales (casi como vestigios) que tal vez quizá pudiesen iluminar lo sucedido. O tal vez demostrar que no estamos ante un suceso grave y funesto, sino el simple simulacro que nuestros torpes sentidos no han conseguido distinguir.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Ceniciento Longinus Jose Luis Colombini dijo...

La noche inquieta, si, me he levantado varias veces, la tos no me deja descansar bien.
Alergia a algo o a muchos lagos, seguro. No quiero ir al alergólogo, me marearían para al final no saber con exactitud que me la produce. Sé, eso si, que no es la vida. Que esta no me produce alergia alguna, así que tendré calma; suelen aparecer y desaparecer de repente, pero mientras me autoayudo con própolis (jarabe), y paciencia.
La noche llena de sueños residuales: retales del subconsciente de lo aprendido durante el día más lo ya antiguo, y por supuesto, esa mezcla de deseos, temores, etc.: material de desecho, material de construcción y esas cosas misteriosas de la mente; tan desconocida ella para nosotros, y ¡oh", paradoja, a través de la cual percibimos la vida; nuestro único vehículo que muchas veces no sabemos controlar por ignorar, precisamente su mecánica.
Será cosa de los biorritmos, o de Eurovisión. Será cosa de una fecha que nos recuerda una ausencia, o la astenia primaveral. Serán altibajos propios del tedio que acude a salvarnos de tanta repetición. Será cosa del fin de semana caluroso y prometedor. O será cosa de retirarse un "rato" porque tal vez no sea más que eso, cansancio por mi parte sin que tenga que intervenir ningún otro mecanismo ajeno o exterior; algo que solamente a mí me atañe. No sé bien que es, pero capto un decaimiento general en el ambiente, que si bien no es nuevo, si es desalentador y me hace sentir la necesidad de replegarme en mi interior o de cambiar de paisaje...no sé.
No voy a disimular. De repente siento que algo se agota, palidece, pierde color y esa sensación aunque no me es extraña, si me disgusta, pero repito; toda responsabilidad es exclusivamente mía: la tableta de chocolate riquísima está sobre la mesa, a mi alcance; morderla o no ha de ser mi decisión personal.
Y si se hace noche en mi aposento, solamente tengo que esperar un nuevo amanecer con la ventana de par en par y el corazón anhelante.