domingo, 1 de junio de 2008

El fin del mal

Durante los días presentes se ha ahondado una sensación de extrañamiento que me viene persiguiendo desde hace unas semanas. Miro a las personas con las que convivo en esta oficina, trato de recordar el pasado que un día vivimos, y siento que ese pasado cada día es más irreal, que ese pasado pertenece tal vez al terreno de mis especulaciones y desvarios.
Y mientras tanto, he tenido una que otra charla "productiva" con Marlowe, diálogos que se presienten esenciales al momento de vivirlos, aunque tal vez todo sea parte de un exceso de pseudo-dramatismo. El martes Marlowe estaba particularmente inclinado a vagar, a dar un traspie tras otro, a evadir cualquier lugar que pudiese considerarse un punto de encuentro o de llegada. Deambulamos por el centro hasta llegar a Chapinero, y recordé los paseos que durante tanto tiempo he sostenido con una de mis mejores amigas, paseos sin objetivo que a veces me parecían ser lo más cercano a aquello que llaman felicidad (no obstante, objetivamente estas patéticas declaraciones son del más acendrado mal gusto).
Y mientras caminábamos, hablamos. Una larga conversación sin principio ni fin... Por ella llegamos al inevitable (y afortunado) deceso de uno de los guerrilleros más viejos de este país. Al margen del "despliegue" (el sustantivo es de los mismos medios) de los medios, de los análisis que frecuentemente se quedan entre la repetición y la adivinación; Marlowe comentaba el hecho con indiferencia, casi como si estuviésemos diciendo algo absolutamente banal. Intenté hacerle comprender que después de todo alguna repercursión iba tener la muerte de ese criminal. Y si mal no recuerdo Marlowe respondía:
-Sí... pero como puede repercutir el robo más trivial, el descuido más nimio, el encuentro más inesperado...
A esta curiosa sucesión de ideas no pude sino responder con balbuceos, Marlowe continuó:
-Ya se sabe... eso que llaman Historia ha acostumbrado a la gente a pensar en esos términos... bueno antes pasaba algo similar con el Honor o la Gloria o... no vale la pena seguir... Hace tiempo debíamos tener claro que en general no sabemos discernir los eventos esenciales...
Se quedó un momento concentrado, estuvo mirando un rato los carteles publicitarios, luego negó con la cabeza indignado. Sin entender muy bien lo que pasaba preferí proseguir en silencio. Anduvimos así durante unas tres o cuatro cuadras más. Al fin Marlowe me comentó que la calidad del whisky ha empeorado notablemente en el centro, algo que al parecer concentra su atención, tal vez un evento esencial. No sé si notó algo pero cuando decidimos (es un eufemismo, Marlowe hace lo que se le da la gana) detenernos en un bar poco iluminado Marlowe se me quedó mirando hasta que dijo:
-Lo único que se puede aprender de todas esas noticias es lo de siempre..., la misma pelea entre dos bandas criminales... quién gane, una simple casualidad, no interesa... lo importante es que nunca se aprende, esa es la lección.
Asombrado, le recordé que si una de esas dos bandas hubiese ganado este país sería completamente distinto. Marlowe no me respondió, sólo se sonrió mientras coqueteaba con una mesera menuda y morena que andaba con sus hermosos pies descalzos como si anduviera por el aire. Empecé a suponer que Marlowe me estaba tomando el pelo, tal vez siempre fingía su posición de outsider para satisfacer sus propios caprichos, tal vez todos nos estamos convirtiendo en pequeño burgueses como un amigo mamerto me decía. Y en medio de esas reflexiones la voz de Marlowe me llegó un poco más acuosa:
-En las sociedades nos enseñan el bien y el mal, cuando suelen ser más bien pretextos para quién pueden sacar beneficio de ello... En este país la gente es domeñada más fácil... O aceptan sin chistar, o tratan de sacar beneficio ellos mismos... Eso no implica que personas que han sido domeñadas puedan convertirse en insaciables dominadores o viceversa; pero en general en Colombia la gente prefiere que todo siga como está mientras no se le moleste...
-En Colombia o en cualquier parte- me atreví a sugerir, tal vez por el whisky, una bebida a la que nunca me he acostumbrado.
Marlowe aceptó condescendiente y prosiguió:
-Por ejemplo entre los judeo-cristianos tienen el mismo problema: el enemigo es un ángel, que por otra parte fue en principio del mismo bando que los buenos... Sí mirásemos más de cerca, con los ojos bien abiertos, sin tratar de cambiar el resultado, nos toparíamos con lo terrible que es eso que llamamos realidad... Puede que hoy haya muerto quien se piensa representaba el mal, pero seguirá, tal vez porque hace parte del mundo y por ende de nosotros, tal vez porque aquello que denominan mal nunca ha existido, sólo es un invento que de vez en cuando ha beneficiado a algunos grupos...
Negué enfáticamente la última frase, a lo que Marlowe me respondió con gesto condescendiente: obviamente él creía que había una moral, y a pesar de todo él quería ser bueno... O tal vez eso nunca lo dijo porque yo ya estaba suficientemente borracho, tal vez todo lo soñé y hoy lo cuento cuando en realidad nunca ha pasado.
Lo que sí es casi seguro es que Marlowe fue un momento al baño con la mesera y volvió con el pelo desordenado. Después propuso de un modo demasiado mojigato algo que supongo era un ménage à trois, o tal vez quería referirse a un ménage à trois que había tenido con dos meseras, o incluso simplemente me preguntaba sobre mi opinión de los ménage à trois (pero son sólo suposiciones, al hablarle de la dichosa mesera Marlowe pone cara de no entender). Sin embargo ya me sentía suficientemente mal y le dije que después de todo creía que tenía toda la razón: todos queremos ser los buenos, usualmente distamos de serlo. Salí tambaleándome, y vagué horas y horas, horas que fueron como si la noche hubiese abierto las puertas de un interminable entramado de calles, de luces y de dolores. Y yo vagué por ellos hasta que sin darme cuenta muy bien del cómo, desperté.

1 comentario:

Ceniciento Longinus Jose Luis Colombini dijo...

Los talones de la historia dibujan puentes, de agua de mar sobre la arena. Sueño.
Muy lejos, a mares llovió anoche. Y fueron algunas lágrimas que la cosecha recibió sedienta. No alcanzó el ímpetu glorioso de la luna a cambiar los ciclos de la tierra.
Apenas un suspiro, un vuelo rasante de paz en la honda sequedad del surco. El corazón del indio espera milagros, dones que la pacha mama guarda en sus entrañas soñolientas.
Y un dios aprendido mira desolado desde lo alto del templo. Despierto. Pero no emerge la magia sino la pobreza, de pies curtidos, de soles eternos de pelos como nidos rotos por el viento, los sueños, como pájaros yacen muertos en la sal del desierto. Sueño. Toda aproximación a ser yo fue real mientras la ilusión duró en los patios donde me jugué a ser niño. Mis ojos columpiaron este gris del otoño, los dorados se fueron con el exilio de las golondrinas. Quién pudo ser yo en este intento vago por descargar la voz en la tinta añil de algún sueño. Toda aproximación a ser yo fue real mientras la ilusión duró en los patios donde me jugué a ser niño. Y desperté y no es sueño es la vida desgranándose cada día…