domingo, 15 de junio de 2008

Una carta enfadada de un lector habitual


Y después de tantos días estancados en el tedio, de tal sensación de agobio, me he visto obligado a escribir una y otra vez borradores que de tanto en tanto me he dedicado a destruir. Afortunadamente en estos días una misiva sorprendió a esta desolada tienda que sólo parece albergar nuestras quejas. Al principio sospechamos que tuviese algo que ver con los asesinatos de los mensajes repetidos, pero de entrada la carta nos enseñaba peculiaridades que nos aliviaron (por lo menos a mí). Se trataba de una enfurecida invectiva (es como exageradamente la he denominado, aunque Marlowe me censura cada vez que así la nombro), la razón de la indignación es el abrupto cese de las entregas del único caso que tuvimos en nuestras manos. Copio la carta:

Estimados oficinistas,

Por medio de la presente me permito hacer constancia de mi inconformidad, de mi desasosiego. Es desde todo punto de vista inaceptable que esta dudosa oficina se tome tantas atribuciones. Bien es cierto que el trabajo de cada cuál es difícil, arduo, adosado con incensantes enigmas, obstáculos, dificultades que vistos de fuera no son más que trivialidades. Sin embargo no es justo. Uno no es sólo un lector, tiene su tiempo, sus ocupaciones, sus preocupaciones. Realmente consideran tan importante las aventuras y desventuras de un par de incompetentes que dejan morir a todos los clientes con quienes se topan. No, en absoluto. No lo son. Ni más faltaba. Pueden que muchos se la dejen montar, pero ese no es mi estilo, porque aunque no lo parezca en mi oficina dicen que tengo tino, y es que más de uno prefiere beber vino, y no leer gacetilleros de su estilo (disculpen la redundancia). Esta es una invectiva de todos los sufrientes lectores de internet que tienen que soportar a escribientes como ustedes. Cómo es posible que citen cosas fuera de contexto, como es posible que trivialicen hasta nuestro dolor. No hay derecho. No, señores, no. Desde hoy han perdido uno de sus inestimables lectores, desde ahora no les deseo sino una atribulada y desasogedora singladura.

Siempre suyo,

Su más fiel y sincero lector.

Por un instante imaginé que debía ser una broma, pero efectivamente el remitente existía y el señor nos comunicaba su enfado. Prontamente Marlowe se dispuso a responderle por medio de una carta injuriosa y molesta que yo traducí a un lenguaje convencional y altisonante. Después de enviada la carta Marlowe me dio un plazo perentorio de dos semanas para que publicará el final del malhadado caso ya mentado. Luego estuvo recordando el final de libro de Broch, ciertamente los valores que se proclamaban como tales nacían de la irracionalidad, pero los que hoy se les considera como tales no son sino el pálido reflejo de lo que una vez fueron valores, de los valores que pensaba Broch. Ahora, dijo, todo gira entorno a un medio en el que el Absoluto no es un verdadero Absoluto (como eso de la nacionalidad), y por tanto lo que se vive en un país como Colombia es un esquema más bien convencional (y mediocre) del juego llamado en algunos lugares Policias y ladrones. Unos los buenos y otros los malos, pero más bien por azar. Lógicamente le reproche que los crímenes de unos y otros iban más allá de ese simple azar. Marlowe asintió sombrió, luego afirmó (pero era como para que después no escribiera que no había dicho tal cosa) que por eso estaba en este negocio: haciendo lo que creía correcto. Se levantó y mientras salía me miró y dijo (como quien no quiere la cosa): No se olvide de Canetti: "La desgracia de la moral: pretender saberlo todo y por ello, no enterarse de nada." Luego me guiñó el ojo y se perdió. Ya han pasado un par de días en los que me he dedicado a deshacer borradores, a mirar por las ventanas a la gente que pasa, a sospechar cada vez con mayor insistencia que he perdido mucho más de lo que alguna vez pensé había consentido perder.

No hay comentarios: