domingo, 15 de junio de 2008

Primera Enciclopedia de Variedades de Lectores (9)

Después ella lo tendía todo a secar en las cuerdasd de los columpios, y el Bueno, sentado en una piedra, le leía La Jerusalén libertada.
A Pamela la lectura no le importaba nada y se estaba tumbada a la bartola en la hierba, despiojándose (porque al vivir en bosque había cogido algunos bichitos), rascándose con una planta llamada pinchaculos, bostezando, levantando piedras por el aire con los pies descalzos, y mirándose las piernas, que eran rosadas y regordetas. El Bueno, sin alzar la mirada del libro, seguía declamando octava tras octava, con la intención de suavizar las costumbres de la rústica muchacha.
Pero ella, que no seguía el hilo y se aburría, a la chita callando incitó a la cabra a que lamiese la media cara del Bueno y al pato a que se le posase en el libro.
-El vizconde demediado
Italo Calvino

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