lunes, 20 de agosto de 2007

La inutilidad de los actos


Quizá sea un error insistir en los bajos fondos de la política. A veces los reclamos se convierten en el murmullo de fondo con que los políticos superan su insomnio.
En cualquier caso es incomprensible el viaje del presidente colombiano a territorio peruano. Evidentemente esto no signifca que esté en contra de la solidaridad que se le presta a la población peruana. Me parece lo mínimo que se puede hacer un país vecino como Colombia.

Sin embargo es sano preguntarse para qué sirve que un político extranjero desfile por el lugar de la tragedia. Usualmente su presencia, antes que remediar la caótica situación de las víctimas, le suma a ese desorden el desplazamiento de guardaespaldas y otro personal encargado de velar por la seguridad del gobernante.
Puede que a una parte de la población le reconforte ver a esos hombres poderosos, pero creo que a esos hombres poderosos también les reconforta. Es como si creyeran ser una especie de santos que reparten milagros a la agradecida multitud (y en eso Uribe parece muy ducho).

Eventualmente todo los razonamientos de estos santos son falacias: los poderosos en los países democráticos le deben sus cargos al pueblo, son pues empleados de ese pueblo. Los favores que tardíamente reparten son, en muchas ocasiones, remedios insuficientes que no curan las enfermedades que su misma ineptitud ha producido.
Lo más indignante del caso es que Colombia es un país aquejado por múltiples problemáticas que parecen lejos de resolverse. Antes que tratar de mostrar una solidaridad que sería suficiente sin su presencia, Uribe se ha presentado con una cohorte de ministros, asesores y otros empleados.

El presidente Uribe debería esforzarse en tratar de resolver las hondas diferencias sociales que aquejan a la mayor parte de la población, y que son una fuente determinante para el apoyo que tienen grupos subversivos como la guerrilla o los paramilitares.
Hoy, sin estar enterado lo suficiente, me pregunto si Uribe visitó las zonas víctimas de la violencia paramilitar mientras fue gobernador de Antioquia, que costó la vida a casi un centenar de personas según estadísticas oficiales, y en las que desaparecieron parte de las 10000 personas (según estadísticas nacionales, porque las de los organismos internacionales son 30000) por la acción de grupos paramilitares. Esos desaparecidos seguramente se hallan en fosas comunes, algunos víctimas de la mayor sevicia de unos asesinos sin escrúpulos (algunos fueron asesinados vivos con motosierras, incluyendo a mujeres embarazadas y niños). Creo no estar mal al afirmar que no lo hizo, y que su indolencia frente a esa violencia paramilitar, en muchos casos, ha provocado más muertes de las que ha evitado.

El gesto de Uribe sirve sólo para las cámaras (y por otras razones en las que se mueven los intereses, siempre bajos, de la alta política). Pero la pregunta es por qué esos gestos no han alcanzado a algunos ciudadanos colombianos, y porque al realizarlos es únicamente para afirmar sus ideas totalitarias (en el sentido que Marías le dio, en una entrevista, a la palabra; el tratar de conducir absolutamente todos los actos y decisiones de la población de un país según su mandato).

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