sábado, 15 de marzo de 2008

Primera Enciclopedia de Variedades de Lectores (5)

(Con dos acepciones)

A

Había en los altos rosetones de la iglesia algo cantarín, pues relucían en todos los colores, a menudo también el órgano mugía desde el solemne interior hacia el mundo exterior, y el bandido estaba ahora frente a una galería de arte y se hizo el propósito de no volver a leer nunca, aunque siguió leyendo alguna cosa de vez en cuando.
-El bandido
Robert Walser

B


"... Y para consolarle, ahora mismo voy por la novela en la que le ruego se sumerja". Se marchó, regresó al poco con el libro en la mano, y el bandido lo empezó a leer el mismo día, obediente, pero el contenido del mismo le aburría, y enseguida diremos por qué. En aquel libro, las mujeres que parecían tener todos los motivos para ser modestas -sólo eran capaces de tocar alguna que otra sonata siguiendo la partitura y de ir, por ejemplo, a comprar al mercado- eran elevadas sin excepción a la categoría de grandes damas, algo que desentonaba en realidad. "Para mi gusto, le han dado excesiva importancia a la burguesía, hay un exceso de aplomo", y el bandido tuvo la osadía de bostezar. Algo sin razones de peso se hinchaba y subía a la superficie del libro. Dios, qué importantes se creían aquellos personajillos alentados por su autor. Si la señorita Selma hubiera oído lo que él se estaba diciendo, se habría vuelto a armar otra gorda, pero él se guardó sus impresiones para sí. Y luego dijo: "Éste es el tipo de libro que se escribe para los que no conocen la vida, uno de esos libros tristemente frecuentes que siembran el orgullo entre las personas modestas".
-El bandido
Robert Walser

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